Escrito por: Juan TH (juanth04@hotmail.com)
Los dominicanos no tenemos razones para sentirnos orgullosos. Leonel Fernández, Danilo Medina y quienes los acompañan en el partido y en el gobierno se han encargado de matarnos el orgullo, la dignidad y el decoro.
Caminar con la frente en alto, es propio de ciudadanos de países donde la Constitución y las Leyes se respetan, donde los valores éticos y morales generados por una educación digna y de calidad, constituyen la clave del sostenimiento de la sociedad.
Cuando un dominicano llega al aeropuerto de cualquier país, tiene que sentirse avergonzado, bajar la cabeza y sentirse un enano, porque el oficial de migración lo ve como alguien que proviene de una selva poblada por indígenas del siglo XV.
Y no es para menos. Más de un millón de personas no tiene viviendas. El desempleo es de los más altos del hemisferio, al igual que el analfabetismo. La capital del país está entre las más inseguras del mundo.
Ese es el Nueva York Chiquito que Leonel ve desde uno de los helicópteros de cualquiera de sus funcionarios. Los dominicanos no tenemos por qué sentirnos orgullosos del país de Leonel y Danilo. Somos una vergüenza. Vergüenza que se incrementa con los escándalos de corrupción que ahora traspasan nuestras fronteras como el último que involucra al senador Félix Bautista, a quien el presidente Leonel Fernández califica como su hijo.
Este país es la letrina del Caribe. Nos ahoga la materia fecal. Caminamos sobre el estiércol que van dejando a su paso funcionarios civiles y militares, con visas y sin visas.
La República Dominicana tiene el gobierno más corrupto del mundo, según lo establece más de una institución internacional. Dice el Banco Interamericano de Desarrollo, no yo, que la corrupción representa entre el 3 y el 5% del PIB. Eso es algo así como cien mil millones de pesos al año. La inversión en educación, en cambio, no llega ni al 2% del PIB.
Por eso, cuando en Nueva York alguien me preguntó de donde era, dije que de un país africano llamado Tangañica. Temí que me matara la vergüenza. Leonel, Danilo y el PLD mataron mi orgullo patrio.
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